Beneficios psicológicos
del qigong
Este artículo fue publicado en la
web del Instituto Qigong de Barcelona
dentro del apartado Salud y Qigong, a modo de orientación para las personas que
por primera vez se aproximan a esta práctica deportiva, higiénica, terapéutica
y meditativa.
Percepción clara
Una sesión de qigong nos propone
un modo de actuar distinto al de nuestras rutinas cotidianas. Es una propuesta
para movernos, respirar y adoptar posturas que no son habituales para
nosotros. Pero no se trata de posturas forzadas, movimientos complicados
o esquemas posturales extremos. Como se trata de una práctica inmediatamente
asequible, el qigong aparece como un juego en el que se nos pide que empleemos
nuestras capacidades funcionales y perceptivas de otro modo, pero atrayente y
agradable.
Nos encontramos así practicando
una actividad física, en la que hemos de atender a los movimientos y a su
coordinación, al flujo de la respiración, a la ejecución correcta de las
posturas, etc. Es un nuevo reto que nos hace “jugar en campo contrario”,
que al ser distinto de nuestra cotidianeidad obliga al conjunto de nuestras
facultades perceptivas a desempeñarse en un entorno desconocido.
La capacidad adaptativa de la
percepción desencadena así un proceso de cambio: nueva exigencia implica
nueva respuesta, y con ello, una adaptación más eficaz. Pues lo que entra en
juego no es sólo la actividad física y el ejercicio de la respiración sino su
coordinación con las facultades psicológicas relativas a la percepción, la
atención y la concentración: el practicante debe ser consciente tanto de unas
como de otras.
La práctica del qigong no es
aleatoria o meramente intuitiva sino que se ciñe a un método: regular el cuerpo,
regular la respiración y regular la mente. La secuencia de este proceso redunda
en la ampliación y el afinamiento de nuestras facultades cognitivas, lo que nos
aporta más información y de mayor calidad referente a nuestro estado
psicofísico y de nuestro entorno y condiciones de vida en general: vivimos
nuestra vida más atentos, más despiertos y más motivados.
Atención
No hay actividad humana que
pueda ser practicada con eficiencia sin la adecuada atención, y de la calidad
de esta dimana el provecho de la experiencia. Sin embargo, estamos
acostumbrados a asociarla a obligaciones poco placenteras, con lo que
identificamos diversión con dispersión y evitamos implicarnos en procesos que
requieren el ejercicio de la atención. La calidad recreativa del qigong
nos permite superar este equívoco y crear un campo de juego adecuado para que
nuestra atención se desarrolle.
En la vida cotidiana
solemos fragmentar nuestra atención o incluso dispersarla, con lo cual
nunca obtenemos un alto rendimiento de esta facultad mental. En el qigong, en
cambio, empleamos dos tipos de atención. Una atención dirigida a un objeto
determinado en un momento dado –una correcta postura, por ejemplo—o una
atención sostenida y continuada en un proceso: como el flujo de la respiración
asociado a un movimiento lento y gradual de una parte del cuerpo o su conjunto.
La atención precisa, continuada y
fluida es una fuente de salud psicológica, experimentada durante siglos
por todas las tradiciones meditativas, tanto las orientales (qigong, taijiquan,
yoga) como las occidentales (oración contemplativa, lectio divina, práctica
litúrgica). El paso de la atención breve, dispersa o fragmentada a la atención
sostenida y dinámica es un avance psicológico de gran magnitud, y la puerta de
entrada a espacios de vivencia de la madurez humana. Mayor atención
significa mayor eficiencia y mayor satisfacción de la experiencia, tanto en el
ejercicio de las actividades externas y las relaciones como en la
profundización en nuestra vida interior y en el modo como percibimos la vida y
las cosas.
Concentración
La concentración es el
mantenimiento de la atención en un solo punto. Existe una relación dinámica y
dialéctica entre los procesos de la atención continuada y la concentración
sostenida y profunda.
Hay relación directa entre la
capacidad de concentración y la salud mental; un déficit de atención crónico
forma parte de ciertos síndromes a los cuales la psicología clínica trata de
poner remedio. Estamos mal acostumbrados a identificar la concentración con un
tipo de esfuerzo que implica contracción e incomodidad.
La práctica del qigong, en
cambio, nos abre la puerta a experimentar una concentración gradual y
relajada que viene favorecida por la atención dinámica y la coordinación
entre cuerpo, respiración y mente. Una y otra se retroalimentan mutuamente,
suscitando procesos de percepción profunda.
La concentración aporta
autodominio y ejercicio de la voluntad, pero también puede favorecer la
apertura a procesos de sanación de las emociones y las relaciones. Una
mayor concentración implica un alto equilibrio emocional, con el consiguiente
despliegue de posibilidades de transformación y cambio en la conducta y
mejoramiento del propio bienestar, de las relaciones y la comunicación.
Ecuanimidad
Equilibrio emocional es sinónimo
de considerar las percepciones de modo ecuánime. Regular el cuerpo, regular la
respiración y regular las emociones que experimenta nuestra mente nos introduce
a una vivencia más fácil de momentos de ecuanimidad.
Esa ecuanimidad se vive con las
emociones y con el cuerpo: los ejercicios de qigong fomentan el equilibrio y la
armonía en lo postural y lo anatómico-funcional, y ese equilibrio se extiende a
lo emocional y lo energético.
El qigong, con su cualidad de
actividad somatopsíquica integral y terapéutica, nos propone un ejercicio
agradable, inmediatamente satisfactorio y enriquecedor, y el equilibrio
resultante hace que nos demos cuenta de que nuestra propia realidad corporal
puede ser experimentada de otro modo. Nuestra persona física ya no es una carga
que sobrellevar sino un medio a través del cual podemos expresarnos y vivir más
plenamente.
Nos damos cuenta de pequeños
cambios que se producen en la capacidad postural, funcional y respiratoria de
nuestro cuerpo, y ellos se reflejan a su vez en nuestro estado emocional. La
dinámica de la percepción, atención dinámica y concentración sostenida nos
proporciona mayor calidad de vida puesto que con ella resolvemos tensiones,
conflictos e insuficiencias: valoramos con mayor realismo nuestra situación y
por tanto estamos en mejores condiciones para cambiar a mejor.
Conciencia
profunda
Cuando la memoria depurada halla
fácilmente el acceso a lo que en este mismo momento es mejor para nosotros o
para la situación en que nos encontramos, responde inmediatamente a la
exigencia y nos aporta una solución creativa. Ese tipo de eficiencia se llama
intuición.
La intuición suele considerarse
como fruto del azar pero es uno de los estados posibles de conciencia profunda,
es decir, de un ejercicio integral de las facultades psicológicas que no actúa
de manera fragmentada o limitada sino que aborda integralmente la situación en
el que el ser humano se encuentra. En los últimos años ha hecho fortuna el
concepto de “inteligencia emocional”, difundido por el psicólogo Daniel Goleman
(a partir de su experiencia en Asia con los métodos de la conciencia y su
traducción a un contexto psicológico) que es una capacidad derivada de esa
integralidad, pero existen otras. Muchos deportistas de élite conocen las
diversas manifestaciones que toma la intuición que se deriva de la integración
entre cuerpo, mente, respiración y energía.
El famoso novelista japonés
Haruki Murakami, autor de “Tokyo Blues”, ha escrito sobre ello en “De qué
hablo cuando hablo de correr” respecto a su experiencia como maratoniano.
Un ejemplo elemental de esa conciencia profunda es este: cuando debemos bajar
unas escaleras a toda prisa, lo hacemos corriendo de manera fluida e
ininterrumpida. Si contamos los escalones o pensamos en el mecanismo de la
marcha, tropezamos. En el fútbol, los goles memorables responden a esa
misma intuición surgida de la conciencia profunda del instante. Es harto
conocido el entrenamiento en meditación zen que en Japón siguen los tiradores
de arco.
En la práctica del qigong podemos
experimentar esos momentos de intuición, y además, favorecer que surjan otras
manifestaciones más profundas de ella. Como algún sabio ha dicho, “el
fuego del movimiento de los músculos aviva la luz de la conciencia”. Una
práctica continuada del qigong nos lleva a experimentar la relación que existe
entre conciencia y energía, de manera empírica y directa. Esa “energía” que
algunos consideran una entelequia está identificada por la medicina tradicional
china –en cuyo marco teórico y práctico se da el qigong—y su circulación,
cartografiada minuciosamente en la trama somatoenergética del ser humano.
La atención dinámica conduce al
avivamiento de los procesos energéticos en el ser humano; la concentración en
esos procesos pone en marcha el aumento y refinamiento de esa energía; es
posible entonces que una circulación energética de mayor calidad y fluidez ejerza
efectos en el continuo psicosomático. No sólo en lo fenomenológico sino en
planos más profundos de refinamiento de la conciencia. Esa conciencia intuitiva
que parece estar reservada a artistas, místicos y creadores, o bien
experimentable de manera fortuita, puede ser accesible mediante una práctica
metódica basada en la integración cuerpo-mente-energía.
Los beneficios psicológicos de la
práctica del qigong nos aportan mayor eficiencia, bienestar, paz y salud. Este
camino nos conduce no a la abstracción o al aislamiento sino al encuentro de la
Humanidad. El qigong nos ofrece una posibilidad de mejora y cambio que no
es únicamente individual sino transpersonal y social, de acuerdo con otra frase
sabia: “Sé tú mismo el cambio que deseas ver realizado en el mundo”
(Gandhi).
Cap comentari:
Publica un comentari a l'entrada